El trágico incidente nuclear de Palomares

Bombas de Palomares

La Guerra Fría supuso uno de los episodios más inestables del mundo a nivel político y de seguridad internacional; y es que durante los años que este conflicto duró la carrera armamentística ponía en peligro a los ciudadanos del planeta. Las constantes flotas de bombarderos armados de bombas nucleares cruzaban el cielo, por lo que no era descabellado que un buen día la tragedia se desatara. Y así fue como en 1966 se desencadenó el accidente broken arrow (pérdida total de armas nucleares) más escandaloso de la historia, además de ser el que más en silencio se llevó.

El accidente ocurrió en Almería, más concretamente en Palomares. El 17 de enero de 1966, un bombardero estadounidense cargado con 4 bombas nucleares de hidrógeno se dispuso a realizar una serie de maniobras de repostaje con un KC-135  repleto de queroseno inflamable. Algún error, todavía desconocido, propició que esas maniobras terminaran en accidente y que por tanto los dos aviones terminaran estallando en los aires.

Las bombas nucleares se precipitaron contra el suelo, 3 de ellas a la superficie terrestre y la última al mar. Estas bombas eran hasta 74 veces más potentes que las que terminaron con Hiroshima y Nagasaki, y por tanto la catástrofe podría haber supuesto la desaparición absoluta de Almería. No obstante, gracias a un mecanismo de seguridad no detonaron; eso sí, dos de las tres que cayeron en la tierra quedaron destrozadas, por lo que dejaron expuesto a la superficie terrestre su cargamento de plutonio dentro de un área de 2 kilómetros cuadrados.

Fue en ese momento en el que las tropas americanas llegaron de forma masiva para intentar limpiar el lugar y así silenciar el suceso. Por un lado querían evitar que se difundiera el error que habían cometido, por otro, tenían que recuperar como fuera la bomba que había caído en el mar, por miedo a que un país enemigo se hiciera con ella.

Estas operaciones de limpieza y búsqueda costaron a los EEUU aproximadamente 80 millones de dólares (entendamos que el valor aumenta teniendo en cuenta la época) y a pesar de que los esfuerzos por dejar la zona completamente limpia fueron muchos, se estima que el 15% del plutonio quedó totalmente esparcido y fue por tanto irrecuperable.

La bomba que había caído en el mar sólo pudo ser recuperada tras 81 días de incertidumbre, días en los que la colaboración de un pescador que vio el incidente fue crucial. Francisco Simó Orts fue el encargado de ayudar a las tropas hasta el final, percibiendo eso sí unas 8.000 de las antiguas pesetas por cada día de búsqueda.

Los esfuerzos por silenciar el suceso fueron muchos; aunque parecía imposible dejar oculto el accidente más grave de todos los tiempos. Aun así, tanto las autoridades americanas como las españolas, intentaron realizar un lavado de imagen. ¿Cómo? Pues bañándose en las aguas de la zona y retratando el momento para dejar claro que el peligro era mínimo. Así Manuel Fraga, ministro de información y turismo por aquella época, se bañó en esas aguas para poder evitar así los rumores.

A día de hoy existen numerosos rumores de que en realidad el ministro no habría tocado el agua de la zona. El lugar de las imágenes habría sido sacado de la costa de Mojácar (a 15 kilómetros) coincidiendo con la fecha de la inauguración del Parador Nacional de la localidad.

De las consecuencias en la población poco se sabe; y es que durante la etapa franquista, los expedientes fueron guardados con sumo recelo. Expedientes que quedaron totalmente desclasificados con la llegada del siguiente gobierno.

En la actualidad Palomares es la localidad más radiactiva de España. Algo que no parece sorprender teniendo en cuenta que la vida de la radiación vertida en la zona podría tener una media de 24.100 años.

Foto vía: veoverde

Publicado en: Catástrofes, Edad Contemporanea, Historia de España

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