El Reino de Yugoslavia: Principio y fin
El Reino de Yugoslavia fue un crisol de culturas, etnias y religiones durante gran parte del siglo XX. Su historia es una compleja amalgama de luchas por la independencia, tensiones étnicas y políticas, así como eventos que eventualmente llevaron a su disolución. Desde sus humildes comienzos hasta su dramático final, la historia de Yugoslavia es un testimonio de los desafíos inherentes a la gestión de la diversidad en un contexto geopolítico complejo.
Los inicios del Reino de Yugoslavia tras la Primera Guerra Mundial
Lo que más tarde conoceríamos como Yugoslavia comenzó siendo el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, un reino creado por artificio político en 1918 por la presión ejercida por las grandes potencias europeas, que buscaban la unificación de aquella zona eslava.
La aceptaron, pero curiosamente bajo el mismo reino quedaron englobados regiones, croatas y serbios, que se habían enfrentado en la Primera Guerra Mundial y que volverían a hacerlo años más tarde en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial.
El 1 de diciembre de 1918 es la fecha oficial del nacimiento de este Reino, que quedaría bajo el gobierno del rey Pedro I de Serbia.
No fue sino hasta el año 1929 cuando adoptaron el nombre de «Reino de Yugoslavia», cuyo nombre proviene de la traducción de las palabras de su idioma «yug», qie significa «sur», y «slavija» cuya traducción sería «tierra de eslavos». Por eso, su traducción literal es «Tierra de los Eslavos del Sur».
La monarquía en Yugoslavia intentó desempeñar un papel crucial en la consolidación del nuevo estado. La dinastía real de los Karadjordjevic, encabezada por Pedro I y luego por su hijo Alejandro I, proporcionó una figura unificadora en medio de la diversidad étnica y cultural del país. Sin embargo, tras la muerte de Alejandro I en 1934, su sobrino Pedro II asumió el trono siendo todavía un niño, y el país entró en un período de incertidumbre política.
La dictadura real de Alejandro I
1929 vio nacer una nueva dictadura en el corazón de Europa. Ya bajo el nombre de Yugoslavia, Alejandro I, hijo de Pedro I, abolió la constitución tras la muerte de este. Se disolvieron los partidos políticos y cualquier signo de oposición a la Monarquía reinante. No obstante, aquel «golpe de Estado» fue bien acogido tanto en el propio país como en el exterior, porque en cierta forma sirvió para aplacar las tensiones internas existentes.
Se unificaron leyes, se rebajaron las tensiones militares con los macedonios, se crearon nuevas medidas de protección agraria. Sin embargo, la aparición de la Gran Depresión a nivel mundial perjudicó el desarrollo de esta dictadura y abocó a una crisis económica sin precedentes que terminó llevando al Estado a la represión contra su propio pueblo, al control exhaustivo de los medios de comunicación y a unas elecciones parlamentarias conedenadas al fracaso más absoluto. El descontento general terminó con el régimen dictatorial tras el asesinato del rey Alejandro I a manos de un nacionalista croata en Marsella en el año 1934.
El Reinado de Pedro II
Pedro II de Yugoslavia ascendió al trono en un momento de gran tumulto político y social. Su reinado, que comenzó en 1934 cuando apenas tenía 11 años, estuvo marcado por desafíos considerables. La juventud de Pedro II lo colocó en una posición vulnerable, con el país enfrentando presiones internas y externas.
Durante su reinado, Yugoslavia enfrentó crecientes tensiones étnicas y políticas. La crisis económica mundial de la década de 1930 exacerbó las divisiones internas, mientras que las rivalidades políticas y las ambiciones expansionistas de las potencias vecinas aumentaron las presiones externas sobre el país.
Pedro II, bajo la regencia de su tío, el príncipe Pablo, buscó guiar a Yugoslavia a través de estos tiempos difíciles. Sin embargo, su juventud y la creciente agitación política dificultaron sus esfuerzos por mantener la estabilidad en el país.
El Reino de Yugoslavia en la Segunda Guerra Mundial
Tras el estallido de la guerra, Yugoslavia se declaró neutral lo que fue bien acogido por ambas partes: Los aliados para no aumentar la tensión en la zona, y los alemanes, porque de Yugoslavia exportaban materias primas que necesitaban. Sin embargo, con el transcurso de los meses, buena parte de los países a su alrededor fueron cayendo ante el poderío del Eje, o bien capitulando. Yugoslavia se mantenía firme, pero cada vez más presionada a firmar un pacto con Alemania para no ser invadida.
Finalmente, en marzo de 1941, acataría el pacto tripartito de Viena por el que colaboraría con el Eje a cambio de que su territorio no albergara tropas fascisctas ni sirviera de puente para la invasión de Grecia.
Dos días después, el 27 de marzo de 1941, un golpe de Estado derrocaba a la Regencia, y el general Dusan Simovic formó un nuevo gobierno para luchar contra alemanes e italianos.
Croatas y eslovenos se aliaron a los alemanes, mientras que en territorio yugoslavo, las fuerzas partisanas que lideraba el mariscal Tito, les hacían frente.
La respuesta alemana no se hizo esperar. El 6 de abril de 1941, Hitler puso en marcha la operación «Castigo» y bombardeó cruelmente la capital, Belgrado. La invasión de Yugoslavia por las fuerzas del Eje en 1941 marcó un punto de inflexión en el reinado de Pedro II. El país fue ocupado por las potencias del Eje, y el gobierno yugoslavo se exilió al Reino Unido. Pedro II, entonces un joven rey en su adolescencia, asumió un papel simbólico en la resistencia contra la ocupación nazi, abogando por la liberación de su país.
De Yugoslavia marchó a Atenas, de allí a Jerusalén, y finalmente se instaló en Londres, en la suite 101 del hotel Claridge. Poco después, dicen, aunque no está documentalmente justificado, que aquella suite fue declarada territorio yugoslavo. Allí mismo en Londres se casó con la princesa Alejandra de Grecia y Dinamarca, y en aquella misma suite, tuvo a su hijo Alejandro, heredero al trono. Fue, quizás, para legalizar la herencia, el que se declarara como territorio yugoslavo a aquella suite y que así el heredero naciera dentro de los límites del país al que debía gobernar en el futuro.
Pedro II pasó el resto de su vida en el exilio, primero en el Reino Unido y luego en los Estados Unidos. Incluso llegó a entrevistarse en 1944 con el mariscal Tito para acordar los términos del nuevo gobierno que regiría los destinos del Reino de Yugoslavia, una vez que en 1943 se había formado ya la República Federativa Socialista de Yugoslavia, formada por las repúblicas de Croacia, Serbia, Eslovenia, Bosnia y Herzegovina, Macedonia y Montenegro.
Finalmente, el 29 de noviembre de 1945 el rey Pedro II fue depuesto de su cargo, y el Reino de Yugoslavia desapareció oficialmente, dando paso al gobierno único de la República.
Precisamente la República Federativa Socialista de Yugoslavia sería uno de los miembros fundados de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y como tal ya había firmado la Carta el 26 de junio de 1945 y ratificado el 19 de octubre de 1945.
A pesar de perder su trono y su país, Pedro II siguió siendo una figura respetada y querida para muchos en Yugoslavia y en la diáspora yugoslava. Mantuvo un interés activo en los asuntos de su país natal y abogó por la restauración de la monarquía. Aún así, instalado ya en Estados Unidos, fue instado por este país a no inmiscuirse en los asuntos de estado del mariscal Tito, y acabó con problemas familiares con su esposa, y económicos que lo condujeron al alcohol. Fruto de la cirrosis, hubo de operarse, y durante el trasplante de higado que lestaban realizando, falleció.
La muerte de Pedro II en 1970 marcó el final de una era para Yugoslavia. Aunque no pudo presenciar la disolución final de su país y el colapso de la federación yugoslava, su legado como el último rey de Yugoslavia perdura en la memoria colectiva de muchos yugoslavos.
La Era de Tito
Bajo el liderazgo de Tito, Yugoslavia adoptó un sistema socialista autónomo que buscaba equilibrar las tensiones étnicas y religiosas dentro del país. La política de Tito de «hermandad y unidad» promovía la cooperación entre las diversas nacionalidades yugoslavas. Sin embargo, esta aparente estabilidad ocultaba profundas divisiones étnicas y tensiones que estallarían más adelante.
El fin de Yugoslavia
A pesar de los esfuerzos de Tito por mantener la unidad, las tensiones étnicas subyacentes comenzaron a resurgir después de su muerte en 1980. La crisis económica, el nacionalismo exacerbado y la rivalidad política entre los líderes de las diferentes repúblicas yugoslavas provocaron un aumento de las tensiones. La caída del bloque comunista en Europa oriental también tuvo un impacto significativo, debilitando aún más la cohesión del país.
La desintegración de Yugoslavia comenzó en la década de 1990 con una serie de conflictos armados sangrientos. La independencia declarada por Eslovenia y Croacia en 1991 marcó el comienzo del fin del estado yugoslavo. Esto fue seguido por una serie de guerras civiles brutales, incluidas las guerras en Bosnia y Herzegovina y en Kosovo, que resultaron en la pérdida de vidas humanas y la desintegración de la antigua federación.
Legado y reflexiones finales
El legado del Reino de Yugoslavia es complejo y lleno de lecciones. Si bien fue un intento de unir a pueblos diversos bajo un mismo estado, su colapso demostró los peligros de ignorar las tensiones étnicas y culturales subyacentes. La fragmentación de Yugoslavia dejó cicatrices profundas en la región, que aún se están sanando décadas después.
En última instancia, la historia del Reino de Yugoslavia es un recordatorio poderoso de los desafíos y las complejidades de la gestión de la diversidad en un mundo cada vez más interconectado. Mientras reflexionamos sobre su pasado, también debemos mirar hacia adelante con la esperanza de construir sociedades más inclusivas y respetuosas con la diversidad en el futuro.
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Publicado en: Edad Contemporanea
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