Orígenes del movimiento alterglobalizador

Movimiento antiglobalizador

Sin duda hay formas diversas de enfocar, comprender, imaginar el mundo, nuestro mundo. Algunos filósofos consideran que, si bien una de las maneras más manidas de ver e interpretar el mundo, nuestro mundo, es hacerlo a través de categorías políticas (desde la izquierda o desde la derecha), existe otra posibilidad más esclarecedora: verlo desde arriba o desde abajo.

Dos perspectivas, una sola Tierra. Los medios de comunicación han privilegiado la visión desde arriba (a no ser, claro, en casos de desgracia y catástrofe). Lo hacen incluso cuando critican al gobierno de turno: no os confundáis con esto.

Pues bien, el movimiento antiglobalización nació como un intento de poner sobre la mesa esa nueva perspectiva: una visión global desde abajo, desde la masa anónima y sufriente de hombres y mujeres que soportan los acontecimientos aparentemente sin opción de modificarlos. Propósito nuestro es rememorar ahora los hitos, la muy reciente historia, del conocido también como movimiento de movimientos.


Antes de continuar, la cuestión del nombre. Esta cuestión nunca es baladí: a veces aceptar sin más un determinado vocabulario tiene ulteriormente consecuencias graves. Así, quienes se manifiestan ante las reuniones del Banco Mundial, del FMI o de los sucesivos G (G-7, G-8, G-10…) prefieren para sí mismos el calificativo de movimiento alterglobalización. O sea, no sólo anti, contra, sino alter, otro. Se parte de la premisa de que otro mundo es posible (y necesario).

El fenómeno es muy reciente. Evidentemente no surgió de la nada: siempre hay un pasado, unas condiciones, una narración preliminar. Pero lo cierto es que la cristalización del movimiento alterglobalización se sitúa a finales de los 90, ayer mismo.

Dos son las ciudades clave (una en USA, otra en Brasil) o tres, si añadimos la mexicana Chiapas donde, en 1996, se organizó el Primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y Contra el Liberalismo. Este encuentro representa el antecedente más inmediato de la sorprendente eclosión que estaba por llegar (de la mano, por cierto, de un medio imprevisto: la red de redes, internet).

Así, en noviembre de 1999, el mundo contempló atónito lo ocurrido en la ciudad norteamericana de Seattle. Más de 50 mil personas, procedentes de todos los rincones del planeta, armaron tal escándalo que la cumbre de la Organización Mundial del Comercio que allí tenía lugar hubo de ser abortada.

A partir de entonces, los telediarios se acostumbraron a abrir sus ediciones con periódicas imágenes de manifestaciones doquiera los organismos oficiales del statu quo, símbolos de la globalización económica y, en fin, del neoliberalismo triunfante, se reuniesen:

Febrero de 2000: la asamblea de la ONU, reunida en Bangkok, es “molestada” por un centenar de organizaciones no gubernamentales.
Abril de 2000: reunión en Washington del Banco Mundial y del FMI. Un auténtico ejército de policías tiene que ser movilizado (la capital de los EEUU es literalmente tomada por las fuerzas de seguridad) para controlar las calles.
Septiembre de 2000: Praga, el movimiento da el salto a la vieja Europa.

Ahora bien, el salto cualitativo ocurre unos meses más tarde: a principios de 2001 nacía el Foro Mundial Social en Porto Alegre (Brasil), en respuesta positiva al Foro Económico de Davos (Suiza). A lo largo de ese año 2001, en efecto, el movimiento alterglobalización crece como una ola amenazante…según rezan informes policiales y cierta prensa.

Hubo una reacción desde arriba, visible ya en Gotemburgo (Suecia), luego en Barcelona y finalmente en Génova. En resumen, las autoridades decidieron tratar con la gasolina reaccionaria de las porras el fuego emocional de los manifestantes.

El triste corolario aconteció en Génova, verano de 2001, durante la cumbre del G-8 contestada en las calles por la presencia de miles de personas. Resultado: decenas de detenidos, centenares de heridos y un muerto, el joven Carlo Giuliani.

En este punto debemos detenernos. En apenas año y medio (Seattle finales 1999-Génova verano de 2001) los movimientos alterglobalizadores habían agitado el panorama internacional creando un Foro Social (Porto Alegre) que diese voz justamente a los sin voz, aquellos que el sistema neoliberal, sublime creador de detritos, tiende a convertir en despojo humano. Pero entonces, ¿simple casualidad?, sucedió el drama del 11-S. Y todos fuimos obligados a la adhesión inquebrantable.

Foto vía: KayVee.INC

Publicado en: Edad Contemporanea

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