Atila, el rey de los hunos

Atila, rey de los Hunos, fue llamado el azote de los dioses debido a que saqueaba todo lo que se encontraba en el camino de sus victorias. La historia de Atila, que llegó a ser emperador de Europa, es una de las más fascinantes que se cuentan. Tenía una enorme ambición por todo aquello que se emprendiera. Sus ejércitos invadieron Europa y conquistó todo lo que se le puso por delante. Esto le dio el sobrenombre de azote de los dioses. Su imperio se extendía desde Europa Central hasta el Mar Negro, y desde el Danubio al Mar Báltico.

La historia de Atila el Huno comienza en Mongolia, tierra de grandes dirigentes violentos. Aún así, sus orígenes son del todo inciertos, ya que se cree que pertenecía a un grupo de mongoles y turcos de las tribus nómadas del noreste de China y Mongolia. La tribu de Atila fue una de las más avanzadas en la fabricación y el despliegue de armas.

En el 434 murió Rua, dejando a sus sobrinos Atila y Bleda, hijos de su hermano Mundzuk, con el control de todas las tribus hunas. Atila emprendió la tarea de unir a las hordas de los escitas. Después de un fallido tratado de paz con el rey romano Teodosio en el 440, Atila y Bleda invadieron los Balcanes en el 441. Con el uso de arietes aterrizó en Naissus y tomó Serdica, Filipópolis y Arcadiópolis. Teodosio admitió la derrota y pagó un alto precio como compensación monetaria.

Durante el año 445 murió Bleda. Hay sospechas de que Atila lo asesinó, pero la cuestión importante es que se convirtió en el único rey de los hunos. Según ha llegado hasta nuestros días, era un hombre de gran cabeza, tez morena, pequeño, ojos profundos, nariz plana, anchos hombros y una enorme fuerza. Los mongoles practicaban en ocasiones el canibalismo, y se cuenta que, aunque sin saberlo, Atila llegó a comerse la carne de dos de sus hijos.

En el 447 Atila reanudó sus hostilidades y cabalgó hacia el sur a través de Moesia. Allí derrotó al ejército romano de Arnegisclus sin ningún problema. Pasó sin trabas a través de Austria y Alemania, el Rhin en la Galia, saqueando todo a su paso con ferocidad, sin precedentes en las invasiones bárbaras, y obligando a sus enemigos a unirse a su poderoso ejército.

Su idea era invadir Constantinopla, pero Flavio Constantino se erigió fuerte alrededor de la ciudad y se lo impidió. Mientras tanto, los bárbaros de Atila sembraban destrucción a su paso, incluso los monjes de los monasterios no se libraron. En el 451 llegó a Bélgica con un ejército de más de medio millón de hombres. Capturó Metz y Orleans, pero allí, en Chalons, los romanos, desesperados, formaron alianzas con todo el mundo, y pudieron derrotar a Atila.

La mayoría de los emperadores de esa época estaban acostumbrados a una cierta pomposidad en las reuniones públicas, pero Atila era todo lo contrario. Las representaciones le muestran como un bárbaro templado. La mayoría de sus objetos eran de madera, mientras que para sus huéspedes dejaba el oro y la plata. Sus vestidos también eran simples, desprovistos de cualquier adorno.

Atila murió en el 453, la noche de su boda. La opinión se divide en torno a si Atila era un bebedor, y se cree que consumió grandes cantidades de alcohol esa noche. Al término de las celebraciones, ya en su aposento, Atila se desmayó y cayó de espaldas. Fue entonces cuando tuvo una hemorragia nasal, ahogándose en su propia sangre.

Los hijos de Atila, Ellack, Dengizik y Ernak se disputaron su legado. Al dividirse, fueron derrotados y se dispersaron al año siguiente de la Batalla de Nedao. El imperio de Atila no perduró. A pesar de que reinó durante 20 años sobre los hunos, la imagen de Atila en la historia y la imaginación popular se basa casi por completo en sus violentas campañas militares.

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