Por extraño y difícil de creer que pueda parecer, el municipio granadino de Huéscar pasó casi dos siglos en guerra con la nórdica Dinamarca, entre 1809 y 1981, un conflicto declarado oficialmente pero en el cual no se disparó ni se produjeron bajas en ninguno de los bandos. Se pude considerar como la guerra más prolongada en la que participó un territorio español, y afortunadamente también como la menos sangrienta de su historia.
Los orígenes de este singular conflicto los encontramos en la invasión de España por parte de Napoléon en el año 1808, año en que España luchaba contra Inglaterra y estaba, irónicamente, aliado con Francia. Las circunstancias de la invasión napoleónica hicieron a España cambiar el rumbo de su política exterior y firmar una forzada paz con Inglaterra.
Por aquel tiempo, Dinamarca se encontraba aliada con Francia en contra de Ingleses y Suecos, y las tropas danesas destacadas en España que luchaban contra los ingleses pronto se vieron en una extraña situación, atacando a sus hasta ahora aliados. Este cambio de alianza pilló por sorpresa a un grupo de tropas españolas destacadas en Dinamarca cuya mayor parte logró escapar a tiempo, pero unos 5.000 quedaron a merced de los daneses.
En el año 1809 se presenta ante las autoridades de Huéscar un emisario de Fernando VII, monarca al que Napoleón había sometido a pena de destierro y cuyo lugar ahora ocupaba José I Bonaparte, y cuyo mensaje era la orden de terminar inmediatamente las relaciones diplomáticas con los daneses. Tras votarlo en el Ayuntamiento, el municipio de Huéscar declaró oficialmente la guerra a Dinamarca, jurando combatir y vengar las afrentas recibidas de los daneses hasta que ambas partes alcanzasen un acuerdo de paz.
Lo curioso es que este tratado de paz se hizo patente en 1814, pero el municipio granadino no recibió la noticia y mantuvo su beligerancia contra los daneses hasta el 7 de julio de 1981, día en que se debatió y acordó terminar con una guerra unilateral que se había prolongado 172 años.
La paz fue firmada de mutuo acuerdo por el alcalde oscense José Pablo Serrano y por el embajador danés Mogens Wandel-Petersen, quien a buen seguro vio con cierta inquietud los carteles apostados en las carreteras de acceso a Huéscar, y que avisaban a sus compatriotas de que entraban en territorio enemigo.