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Aviones a reacción, velocidad y tecnología en las batallas aéreas

Desde que los hermanos Wright fueran capaces de hacer volar a un biplano en 1903, la aviación ha despertado un gran interés militar.

Durante la Primera Guerra Mundial, franceses, rusos, alemanes e ingleses registraron los primeros combates aéreos incorporando ametralladoras y bombas de mano a sus biplanos y triplanos, pero es durante la Segunda Guerra Mundial cuando la supremacía aérea tiene un papel decisivo con batallas tan importantes como la Batalla de Inglaterra o la Batalla de Okinawa en 1945.

La gran revolución tanto para la aviación civil como militar, iba a llegar de la mano de los aviones a reacción dotados con motores a reacción que permitían vuelos a mayor altitud, con mayor autonomía, aumentando la velocidad y por lo tanto la posibilidad de la realización de rutas intercontinentales sin escalas, además de una nueva generación de cazas supersónicos.

Los alemanes desde antes de la Segunda Guerra Mundial trabajaban en un motor a reacción, buscaban una técnica metalúrgica para lograr una aleación capaz de aguantar las temperaturas a las que salen los gases y los distintos tipos de corrosión que sufren las toberas.

En 1944 la Luftwaffe pone en el aire el primer birreactor, el Messerschmidt Me 262, estos aviones eran muy veloces en vuelo, pero lentos al despegar y aterrizar por lo que la aviación aliada actuaba con gran eficacia sobre los aeródromos alemanes.

Finalizado el conflicto mundial el resto de países tratan de desarrollar aviones a reacción más rápidos y eficaces. En 1947 un avión americano, el Bell X-1, supera por primera vez la barrera del sonido y en 1954, un bombardeo de largo alcance a reacción, el B-52, es desarrollado por la compañía Boeing para las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos, este bombardero tendría una autonomía de vuelo de más de 11.000 kilómetros y podía llevar bombas nucleares.

Es en 1973 durante la Guerra del Yon Kippur que la aviación vuelve a ser protagonista en un conflicto armado, al emplear Israel por primera vez, pequeños vehículos aéreos pilotados a control remoto, los RPVs, cuyo propósito era confundir a las defensas aéreas enemigas. La misma táctica siguió Estados Unidos durante los últimos años de la guerra en Vietnam, al emplear los AQM-34L en misiones de reconocimiento, inteligencia electrónica y distribución de propaganda.

De nuevo fueron las Fuerzas Aéreas americanas las que destacaron en cuanto a la aviación militar, al desarrollar en los años 90 los primeros aviones invisibles a los radares, los F-117, estos bombarderos fueron utilizados con gran eficacia en la Primera Guerra del Golfo.

Actualmente la aviación a reacción busca desarrollar motores capaces de impulsar aparatos a tal velocidad, que sean capaces de alcanzar su objetivo en cualquier parte del mundo en un máximo de dos horas.

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