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Quienes fueron los Últimos de Filipinas

Por muchos de nosotros es de sobra conocida la frase «los últimos de Filipinas» para hacer alusión a una situación que llega a su fin, a algo que finalizará de forma inminente. Pero ¿quienes fueron estos hombres que dieron nacimiento a la expresión? Para saberlo hemos de remontarnos hasta los últimos años del siglo XIX.

Las posesiones de España por aquel tiempo habían mermado significativamente, y sus conquistas en América habían quedado relegadas al Caribe, Puerto Rico, Cuba, así como las colonias en Guam y en las Islas Filipinas en el Océano Pacífico. El deterioro sufrido por España fue aprovechado por sus enemigos para arrebatarle todos los territorios posibles, sobre todo por parte de los recién nacidos Estados Unidos, que acababan de culminar su «Conquista del Oeste» y asomaban a las costas del Pacífico en busca de nuevas posesiones. Los objetivos marcados por Estados Unidos fueron tanto el Mar Caribe como el Sudeste Asiático por su valor estratégico en las rutas comerciales, pero ambos lugares continuaban bajo el dominio de España.

La circunstancia que aprovecharon los Estados Unidos para hacerse con las Filipinas fue alentar las cada vez más numerosas rebeliones que se producían por parte de los nativos contra el dominio español, y que llegaron a su punto álgido en la última década del siglo XIX. En este proceso tuvo un papel fundamental la sociedad Katipunan, creada por Andrés Bonifacio y con claras influencias de las logias masónicas, que buscaba la independencia de las islas.

En 1896 se produce una rebelión promovida por una facción de la sociedad Katipunan, los magndalo, que tiene como resultado la expulsión de Andrés Bonifacio como líder y su sustitución por parte de Emilio Aguinaldo, quien además será posteriormente elegido como el primer presidente de la República de Filipinas. Esto, sumado a la guerra entre Estados Unidos y España por la isla de Cuba propició que los americanos enviasen rápidamente tropas a Filipinas para aprovechar la situación, logrando la derrota oficial de los españoles el 10 de Diciembre de 1898, firmada en el Tratado de París.

Pero hubo un último reducto en la isla de Luzón, el pequeño pueblo de Baler, al que los españoles habían estado enviando continuamente grupos de 50 soldados durante la guerra, el último de los cuales (2º de Cazadores) mantendría una feroz resistencia durante 337 días, incluso tras haber finalizado la guerra.

Cuando este destacamento español llegó a Baler decidió que la iglesia sería el lugar más seguro para atrincherarse y así lo hicieron, y preparan su fortaleza reuniendo alimentos, añadiendo defensas y haciendo todo el acopio posible de municiones. Poco después de su llegada aparecen los sublevados filipinos, y la contienda entre ambos destacamentos comienza el 27 de Julio de 1898 y en la que los sucesivos ataques son resistidos por los españoles.

Tanto es así los filipinos empezaron a enviar mensajes a los atrincherados, a partir del 10 de Diciembre, para informarles de que la guerra había terminado pero los españoles lo tomaron como una argucia y continuaron en su puesto, a pesar de que las enfermedades empezaban a diezmar al heroico grupo.

En medio de esta extraña situación empiezan las hostilidades entre los filipinos que aun luchaban por su independencia y los estadounidenses que trataban de liberar a las tropas españolas. Estados Unidos compró la isla a España por la ridícula cantidad de 20 millones de dólares tras firmarse el Tratado de París.

Hizo falta enviar un ejemplar de periódico a los defensores para convencerles de abandonasen la iglesia de Baler, lo cual hicieron el 2 de Junio de 1899 y se les concedió la gracia de no ser considerados como prisioneros de guerra en Filipinas, y de recibir públicamente la admiración de Emilio Aguinaldo, su entonces presidente. A su regreso a España fueron recibidos con honores en Barcelona por su fiera e inusual resistencia.