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La primera invasión romana en Gran Bretaña

Corría el año 55 a.C. cuando Julio César encabezó una campaña contra las tribus celtas de la Galia, la actual Francia. La disciplina era una de las normas más efectivas de las legiones romanas, lo que hizo que superara a los ejércitos galos. Tras varias campañas exitosas, César dirigió su atención hacia las islas británicas.

Aunque los romanos sabían muy poco de Gran Bretaña, eran conscientes de que estaba poblada por una serie de tribus muy similares a la cultura gala, a la que incluso les unían lazos familiares. Julio César estaba convencido de que los celtas britanos apoyaban los levantamientos que realizaban los galos contra los romanos.

Para abrir su campaña envió sólo un buque de guerra bajo el mando de Volusenus. Éste pasó cuatro días navegando por la costa británica, recopilando información antes de su regreso. Mientras tanto, César fue agrupando a su flota. Reunió ochenta barcos de transporte, lo suficiente para poder llevar a dos legiones, unos 10.000 hombres, apoyados por una pequeña escolta de barcos de guerra. Otros 18 barcos de transporte se reunirían con él a sólo 12 kilómetros de distancia, llevando la caballería.

César lanzó su flota a la medianoche, y a las nueve de la mañana del día siguiente había llegado ya a las costas de Gran Bretaña. Desde su barco, pudo ver a los centinelas celtas apostados en las colinas. El emperador romano esperó a reunir a toda su flota, y a las 3 de la tarde, comenzó su asalto.

Los legionarios romanos se enfrentaron a una lucha muy difícil. Los barcos de transporte debían llegar prácticamente hasta la playa, y allí los soldados se veían obligados a saltar a tierra firme, llevando todo su equipo de lucha. Mientras tanto, los celtas hacían llover flechas sobre ellos, y la caballería británica, atacaba a los legionarios que se desperdigaban por la playa.

César, viendo a sus fuerzas en problemas, ordenó a sus barcos de guerra moverse al flanco derecho y cubrir con fuego de artillería a sus hombres. Así consiguió hacer llegar a tierra suficientes legionarios con los que hacer una importante defensa de la playa. Los celtas no pudieron dar respuesta a la firme y bien blindada formación romana, con lo que tuvieron que retirarse.

Los romanos tomaron posesión de la playa y pasaron el resto del día consolidando su posición. Esa noche, una feroz tormenta destrozó mucho de los barcos de transporte de César. Una serie de días tormentosos imposibilitó a los romanos el seguir avanzando. Mientras tanto, la salida en busca de alimento siempre contaba con las emboscadas de los celtas.

Sin su caballería y con sus barcos de transporte dañados, César tomó la decisión de abandonar la campaña. Tras un par de semanas, volvió con su ejército a la Galia. Aunque la campaña supuso un fracaso militar, Julio César nunca perdió la esperanza de conquistar Gran Bretaña.