El primer viaje de Cristóbal Colón

Primer viaje de Colon

Cristóbal Colón gozaba de una buena apariencia física y también de un acusado don de gentes, así como de buen gusto a la hora de escoger su vestimenta, lo que le valió la admiración y el interés de las damas de la corte de Portugal. Sus ansias de explorar y conquistar eran bien conocidas entre las cortesanas, sobre todo por Felipa Moniz de Perestrelo, quien no sólo le concedió su amor sino que le sirvió como puente para conocer al príncipe Juan, personaje necesario para poder afrontar las empresas que tenía en mente. Y ciertamente el príncipe prestó oídos a sus planes, pero una vez fue coronado desdeñó las ideas de Colón prestando atención a sus consejeros de confianza, quienes tacharon la búsqueda de una ruta occidental hacia las indias como meras fantasías.

Aunque no conocemos en detalle las repetidas exposiciones de Colón ante el rey portugués, podemos suponer que se guardaría para sí algunos detalles y exagerase otros, sobre todo para evitar que otros marineros pudiesen tomarle la delantera. También trató de asegurarse una buena recompensa si su empresa tenía éxito, pidiendo el título de almirante, el de virrey de los territorios conquistados y el diezmo de todas las cosechas que en ellas se diesen. Con los fondos de la Corona de Portugal puestos en proyectos más tangibles, los ruegos de Colón fueron sistemáticamente ignorados por el rey durante siete años, hasta que en 1482 éste lo declaró como imposible. Cristóbal Colón, al ver que nada podría conseguir ya en Portugal decidió plantear su proyecto a otros reyes.

En 1485, viudo y con su hijo Diego, Colón marcha hacia España, en la que se acababan de fusionar los reinos de Castilla y Aragón mediante el matrimonio de sus herederos, Isabel y Fernando, los Reyes Católicos. Sus primeros contactos en España fueron Antonio Marchena y Juan Pérez, dos monjes franciscanos de La Rábida, que apoyaron su proyecto y le ayudaron a abrirse camino hasta los monarcas. En tanto que esto ocurría, conoció a doña Beatriz Enríquez de Arana en Andalucía y con ella tuvo a su segundo hijo, Hernando. También aprovechó para frecuentar los puertos de Cádiz, Palos y Sevilla, donde conoció a muchos de los marineros que le acompañarían después en su aventura y expuso sus ideas, que tuvieron gran aceptación. Fue así como contactó con algunos aristócratas interesados en sus ideas y llegó finalmente ante los Reyes Católicos, pero éstos hicieron caso omiso durante seis años.

En el año 1488 Colón planea regresar a Portugal, sabedor de que el monarca portugués estaba interesado en recibirle de nuevo, pero cuando su hermano Bartolomé le dijo que Enrique VII también había rechazado su propuesta, así que con desánimo decidió permanecer en España. Cuando en 1492 los Reyes Católicos conquistaron Granada, poniendo fin a 8 siglos de presencia musulmana en la península Ibérica, decidieron en su euforia financiar al navegante, así como aceptar las condiciones impuestas por Colón sobre titularidad y recompensas.

La tripulación elegida para el viaje constaba de 89 tripulantes de lo más variopinto, incluyendo presos a los que se daba una nueva oportunidad (si sobrevivían a tan incierta empresa), veinte caballeros y varios hidalgos y funcionarios, algunos al servicio de la Corona y otros al de sus propios intereses. Las dos carabelas (la Pinta y la Niña) y la nao (Santa María) del recién ascendido almirante Colón dejaron España por el puerto de Palos, de menor relevancia que los de Sevilla y Cádiz, pero el más accesible debido a que en aquel momento estos últimos estaban siendo utilizados para el éxodo forzoso de los judíos ordenado por los Reyes Católicos el 31 de Marzo de 1492.

La Santa María, con Colón como capitán, tenía 35 metros de eslora (largo) y 18,5 de manga (ancho), con tres mástiles armados de velas cuadradas; la Pinta, capitaneada por Martín Alonso Pinzón, contaba con la mitad de eslora pero era bastante más rápida y aparejada de la misma forma; la Niña, con Vicente (hermano de Martín Alonso) al mando, era la más pequeña de las tres, e iba armada con el llamado aparejo latino. Todas ellas iban dotadas de cañones, artículos para el intercambio y el comercio con quien pudiesen encontrarse y alimentos suficientes para seis meses de travesía. Las tres naves partieron rumbo a Canarias el viernes 3 de Agosto de 1492.

Durante el viaje rumbo a Canarias la Pinta sufrió algunas averías que retrasaron la comitiva, luego se produjeron tres días seguidos de calma chicha, dejando a los barcos inmovilizados en mar abierto. Tras la llegada a Canarias se efectuaron las reparaciones de la Pinta, que llevaron nada menos que un mes, y se aprovechó para incrementar la velocidad de la Niña cambiando sus velas latinas por velas cuadradas. El viaje desde Canarias hasta lo desconocido (para los europeos al menos, no para los vikingos) se reanudó el jueves 6 de Septiembre, y no con cierto recelo ya que sólo contaban con la promesa de un visionario, sólo Cristóbal Colón albergaba una firme esperanza de ver cumplida su meta.

Las tres naves de Colón viajaron hacia occidente, manteniendo la latitud 28º Norte, rumbo elegido por Colón tras haber leído un libro de Marco Polo, quien aseguraba que esta latitud coincidía con la isla de Cipango, en Japón. Esta isla se encuentra aproximadamente a unods 2.413 km de la costa de Catay en China, por lo que Cristóbal Colón decidió mantener este rumbo sin importar lo que sucediese, cosa que les favoreció al mantener sus naves en la línea de los vientos alisios. El problema añadido (y desconocido hasta entonces) del magnetismo terrestre hizo que Colón tomase menos en cuenta la brújula y más su orientación en base a la Estrella Polar.

Colón hizo gala de una gran cautela al no compartir con el resto de marineros sus inquietudes sobre el viaje, lo cual le sirvió para mantener la calma el mayor tiempo posible. Otra forma de mantener en calma a la tripulación fue la de llevar dos diarios de viaje, uno de los cuales dejaba leer a los marineros y otro secreto, con los descorazonadores datos reales. Con este plan mantuvo a la tripulación en la esperanza de que aun no habían recorrido las primeras 700 millas de viaje, por lo que no debían preocuparse aun, pero lo cierto es que ya llevaban superadas las 800.

En un clima muy tenso de desesperanza y posibles motines, las tres carabelas llegaron al Mar de los Sargazos, otra prueba más de que la ansiada tierra no podía estar lejos, hecho corroborado también por los hermanos Pinzón. Poco después, el día 25 de Septiembre Martín Alonso Pinzón avisó a pleno pulmón desde el castillo de la Pinta que ya se divisaba la tierra, pero se trató de una falsa alarma que sólo empeoró más la situación a bordo. A Regañadientes, los marineros decidieron seguir un poco más, pero si no llegaban pronto a algún lugar los tres barcos darían la vuelta en dirección a España.

Durante el día 7 de Octubre divisaron una bandada de pájaros volando en dirección suroeste, por lo que decidieron variar sensiblemente el rumbo, avistando tanto ramas como cañas flotando en el mar algunos días más tarde, augurando que la tierra no podía quedar muy lejos. Y así fue, ya que el día 12 de Octubre al amanecer la Pinta lanzó el tradicional cañonazo de aviso de tierra, esta vez sin lugar a dudas.

Sin saber que no estaban en La India sino en un continente inexplorado por los europeos, Cristóbal Colón y su tripulación desembarcaron en la costa de Guanahaní (en San salvador), a unos 400 km al suroeste de la península de Florida. Y así tomaron posesión de ella en nombre de los Reyes Católicos, ante los atónitos ojos de los nativos de la isla, que les contemplaban con una mezcla de curiosidad e incredulidad.

En los meses siguientes los españoles se dedicaron a explorar tanto Guanahaní como el resto de las islas Bahamas, con las esperanzas puestas en encontrar alguna mina de oro pero no hallaron más que riquezas naturales. Cuando Colón oyó a los nativos hablar de una isla de mayor tamaño (Cuba) situada al suroeste, el Almirante creyó que esta debía ser la tan buscada isla de Cipango, y raudo tomó a varios indios como guías y se embarcó rumbo a ella. Martín Pinzón tomó la misma iniciativa pero sin consultar a Colón, que tan ocupado se encontraba cartografiando la costa norte de Cuba que no pudo dedicarse a perseguir al capitán de La Niña.

Tras comprobar que Cuba no era Cipango probó suerte con otra isla situada al suroeste (Haití) donde pudo contemplar las maravillas y recursos naturales de la isla, sobre todo maderas y tierras cultivables, y le dio el nombre de La Española en honor al reino que patrocinó su empresa. Pero una circunstancia terminó por velar tan hermoso momento, y fue el misterioso hundimiento y pérdida de la Santa María la víspera de Navidad de 1492 en aguas haitianas. Al no poder reflotar el barco, se utilizaron sus maderas para construir un pequeño asentamiento, el primero de los españoles en el Nuevo Mundo.

Cristóbal Colón decidió no retrasarse ni un día más en dar la noticia de su descubrimiento a los Reyes Católicos, así que se embarcó en La Niña para regresar a España en busca de sus merecidos honores y recompensas, partiendo el 16 de Enero de 1493 y dejando tras de sí a un buen número de sus marineros en la isla. Si bien Colón no temía por las vidas de los que dejaba atrás, debido a las buenas relaciones que habían tenido con los nativos, lo cierto es que a su regreso a estas latitudes comprobó con horror como todos habían muerto a manos de los indígenas, por una u otra razón.

El viaje de vuelta no estuvo exento de incidentes, tales como el amargo reencuentro con el disidente Martín Pinzón y La Pinta o alguna que otra tormenta, además de ser retenidos por los portugueses en la isla de Santa María (Azores). Colón y sus hombres fueron encarcelados hasta que el Almirante pudo mostrar sus credenciales otorgadas por Fernando e Isabel, y poco después de ser liberados decidieron levar anclas sin pedir permiso a los lusos. Una fuerte tormenta separó ambos barcos, yendo la Pinta a parar a Bayona y La Niña a Lisboa por el Tajo, donde Colón fue nuevamente detenido y obligado a identificarse y explicar su presencia en territorio portugués, y se limitó a mostrar sus credenciales y redactar una carta para el rey Juan II donde le explicaba con detalle su gesta.

El rey Juan II, con una mezcla de sorpresa y decepción (por no haber sido él el patrocinador de la aventura) recibió a Colón con gran cortesía en un breve encuentro tras el que partió raudo en dirección al Puerto de Palos (15 de Marzo de 1493) y luego a Barcelona, donde le esperaban los Reyes Católicos, que le pusieron como condición que no utilizase el barco para llegar, obligando al fatigado viajero a atravesar todo el territorio peninsular. Una vez ante ellos fue colmado de halagos y recibió los títulos prometidos por los reyes, abriendo un nuevo capítulo en la historia de España. Pero apenas pasados unos meses, en Mayo de 1493 se comenzó a preparar la segunda expedición a las recién descubiertas tierras occidentales.

– Para ampliar información: biografía de Cristóbal Colón.

Publicado en: Edad Moderna, Historia de América, Historia de España

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3 comentarios

  1. paola garcia dice:

    pues no esta muy interesante

  2. Javier Gómez dice:

    Gracias por el apunte, Daniel. Rectificado queda :)

    Un saludo.

  3. Daniel dice:

    Leo que en varias párrafos está escrito «1943» y no «1493» como es lo correcto.

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