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Los problemas de fertilidad de Carlos II el Hechizado

Carlos II de Austria, llamado el Hechizado, fue el último rey de España de la Casa de Austria, entre 1665 y 1700. Hijo heredero de Felipe IV y Mariana de Austria, recibía ese sobrenombre debido a su estado físico, pues se piensa que sufría el síndrome de Klinefelter. Esta enfermedad le ocasionaría entre otras cosas problemas de esterilidad así como cierto retraso en el lenguaje y comprensión.

Debido a esto, y a que fue nombrado rey tras la muerte de su padre con tan sólo 4 años de edad, su reinado se vio marcado por varias regencias. Incluso su educación careció de orientación para llevar un país, pues todos preveían que el joven moriría pronto.

Como era de esperar, este hombre moriría sin descendencia (creando además unos problemas de sucesión bastante serios). No obstante, nadie podría decir que no lo intentó, pues Carlos II de Austria se casó hasta en dos ocasiones, intentando dar un hijo al reino y un digno sucesor a la corona.

Con 18 años contrajo primeras nupcias con María Luisa de Orleans, sobrina de Luis XIV de Francia. Dicen que ella jamás se enamoró de él, pero que tardó poco tiempo en sentir afecto hacia el rey. Carlos, por otro lado, sentía devoción por su esposa, la amaba por encima de todas las cosas.

Intentaron constantemente tener hijos, pero la reina no se quedó nunca embarazada. Este tema comenzó a preocuparle mucho (pues evidentemente para la corte la culpa era de ella y no de él), así pues decidió realizar varias peregrinaciones y venerar una serie de reliquias sagradas. Finalmente, la joven moriría en 1689, dejando así al rey en un completo estado de depresión.

Los ministros españoles tenían muy claro que el problema era la poca fertilidad de la reina fallecida, así pues, intentaron buscar una sucesora con un historial de concepciones en su familia importantes. Así surgió la figura de Mariana de Neoburgo, una mujer cuya madre había dado a luz a veintitrés hijos, además su hermana estaba casada con Leopoldo I, algo que fortalecía los lazos con la rama austriaca de los Habsburgo.

La muchacha fingiría durante su matrimonio once embarazaos, pues tenía miedo de que los ministros pensaran que ella tampoco era fértil. Tras este fracaso, la propia reina comenzó a conspirar para influir en la decisión del sucesor del trono.

Carlos, por otro lado, fue cayendo poco a poco en la melancolía. Su situación mental era tan delicada que se dejó en manos de frailes y astrólogos. No comprendía cómo no podía concebir hijos. Al final, muchos algunos astrólogos aseguraron que realmente estaba hechizado. La culpa de ese hechizo era que no se había despedido correctamente de su padre en su lecho de muerte. Así pues, Carlos II llegó incluso a desenterrar a su padre para poder despedirse.

Ni este remedio funcionaría pues Carlos perecería en 1700 sin descendencia, y en un estado físico realmente deteriorado. Segú el médico forense, el hombre de 38 años (quien parecía muchísimo más mayor) “no tenía ni una sola gota de sangre, el corazón apareció del tamaño de un grano de pimienta, los pulmones corroidos, los intestinos putrefactos y gangrenados, tenía un solo testículo…»

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