El desastre de Annual

el desastre de Annual

La Conferencia de Algeciras en 1906 significó una nueva vuelta de tuerca a la situación colonial del extremo noroccidental de África. Ese statu quo fue ratificado a finales de 1912 con un acuerdo hispano-francés, que fijó los límites de lo que sería el protectorado español en el norte de Marruecos. Buena parte de esa franja se conoce con el nombre de las montañas que la coronan: el Rif.

Las tribus nómadas de bereberes han habitado la hosca y dura región del Rif desde hace siglos. A prinipios del XX, las autoridades españolas creían contar con aliados (los llamados entonces moros amigos) en las cabilas (las tribus). El mismo Abd-el-Krim había sido honrado por el gobierno español con varias condecoraciones antes del estallido de la Primera Guerra Mundial.

Pero cuando España quiso hacer efectivas todas las prerrogativas que conllevaba el protectorado, en otras palabras, cuando directamente intentó completar la ocupación militar de la región, comprendió que la simpatía mostrada por algunos de los líderes rifeños era una mera formalidad. La buena disposición de los jefes tribales jugaba con la baza de la debilidad española, que se había hecho evidente tras los rapapolvos de 1898.

Ni el ejército español ni ciertos sectores nacionalistas de la sociedad estaban por la labor de renunciar a cambiar el signo de la historia. Pero la nostalgia del Imperio donde nunca se ponía el sol y el sueño de una recobrada gloria para España, (al fin y al cabo, europeos y americanos parecían tener barra libre en la aventura colonial) acabó convirtiéndose en una pesadilla.

En 1920 el general Fernández Silvestre ascendió a comandante general de Melilla, lo que empeoró las cosas. Silvestre era un militar ambicioso, feroz y temerario. Su estrategia era simple: avanzar rápidamente por el Rif hasta la bahía de Alhucemas, imponiéndose a las tribus. En especial, a la que se consideraba la cabila fuente de todas las rebeliones, la de Beni Urriaguel, de donde procedía Abd-el-Krim.

El avance español resultó espectacular; ahora, sui generis como fue, no necesitó disparar un solo tiro. Diputados socialistas destaparon el fraude militar: las tropas avanzaban frenéticamente porque la estrategia del general Silvestre consistía en comprar a las tribus con «cebada y billetes del banco de España». El ejército estaba alimentando y financiando a quienes, en muy poco tiempo, pasarían de aliados a enemigos.

El caso es que el 15 de enero de 1921 Silvestre se hacía con Annual. Parece que previamente el monarca Alfonso XIII le había enviado un telegrama de los que marcan una época en la siempre delicada cuestión del estilo: «Olé los hombres con coj…». Desde Annual los españoles proyectaban lanzarse sobre Alhucemas y hacerse con el control total del Rif. Pero entonces la actitud de las cabilas dio un giro de 180 grados.

Después de unos primeros ataques (monte Abarrán, Igueriben) que demostró a los rifeños lo precarias que eran las tropas españolas, tanto como inoculó a éstas el virus del miedo y la desmoralización, Abd-el-Krim ordenó atacar la llanura de Annual, donde se concentraba el grueso del ejército con la presencia del mismo Silvestre, llegado desde Melilla.

Viendo la desesperada situación, Silvestre ordenó el repliegue y entonces pasaron dos cosas. La primera, inmediata, que la soldadesca se convirtió en fácil carne de cañón cuando, olvidando toda discilplina militar, «hubo loco empellón, de carnerada en fuga. Despeñábanse algunos lanzábanse otros al barrancal, trocando en muerte segura el temor de la muerte…», según la gráfica descripción de un ofical superviviente.

Lo segundo: se demostró la temeridad del general Silvestre. Los más de cien kilómetros que separaban Annual de Melilla, o sea, la retaguardia hacia donde huían despavoridos los que conseguían salir de la escabechina de Annual, resultó ser una ratonera ineficaz y mal defendida. Los puestos de guardia estaban distantes entre sí o sin capacidad de defensa. Los rifeños los barrieron, mostrándose en ocasiones despiados con los soldados prisioneros.

El propio general acabó carrera y vida en Annual. En conjunto se habló de 12000 bajas españolas. Abd-el-Krim, destado, llegó a las puertas de Melilla. El desastre, aunque largamente anunciado desde ciertos sectores, cayó en la península como una bomba de consecuencias imprevisibles. Prescisamente, la situación en Marruecos sería uno de los pretextos aducidos en 1923 por el general Primo de Rivera para, otro 11 de septiembre, defender la necesidad de su golpe de Estado. De aquello polvos, estos lodos.

Publicado en: Conflictos belicos, Edad Contemporanea, Historia de España

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1 comentario

  1. ersot dice:

    Las tribus del Rif nunca mostraron simpatia hacia las tropas españolas, quizas algun que otro cabecilla de las tribus adyacentes a melilla aceptaba sobornos, los españoles sabian de sobra que los Rifeños iban a oponerse al avance del ejercito en territorio rifeño ,mas cuando abdelkrim mostro su disconformidad y escapo de la carcel melillense hacia el Rif para organizar el levantamiento.
    Lo de los moros traidores que te clavan el puñal por la espalda es algo muy utilizado por los Españolistas ,el ejercito Español fue el que invadio el Rif y como dijo un politico Catalan del cual no me acuerdo en la guerra del Rif los autenticos patriotas eran los rifeños no el ejercito invasor

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